lunes, 11 de mayo de 2009

GENOMA

Delmira era una joven inteligente y caprichosa que conoció a Agustín en la parada del tranvía.
Ella tenía una situación más ventajosa que la de él, porque su suegra no deseaba esa relación, por ser agustín hijo único.
En los años cincuenta,Tucumán era una ciudad azucarera, cuya tranquilidad solo era interrumpida por el paso de "la cañera", camiones que transportaban caña y que provocaban en los niños un clic de algarabía.
Acostumbrado al autoritarismo materno, se hizo muy mamero; pero a pesar de las dificultades que eso ocasionaba en el noviazgo, Delmira aceptó cuando Agustín pidió su mano.
Después de meses de preparativos, se llevó a cabo la boda...
Lo que los invitados recordaban años después de esa noche, fue la lucha de las consuegras.
Mientras la de Agustín cerraba las puertas y ventanas para que nadie se enterara del casamiento, la de Delmira venía indignada a abrirlo todo, porque los vecinos iban a pensar mal de su hija.
Sin embargo, los amigos del novio, lo recordaban como algo anecdótico, con una visión optimista que los hizo reir toda la noche.
El mundo y la realidad de esa época eran mágicos, como cuando en los barrios cercanos a los cementerio, se veían desfilar los carros fúnebres tirados por lustrosos caballos.
Los años pasaron, Agustín se fue a trabajar en otra parte, donde pudo transformar la situación caótica del lugar donde se desempeñaba.
Delmira como Penélope, lo esperaba todos los fines de semana junto a sus hijos, reunidos en la mesa familiar, sin la genoma de su suegra.

Susana Martín

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